domingo, 30 de marzo de 2008

En el interno, externo a mis sollozos en la madrugada que juntó mi alma en su mochila del olvido, volví a mí ser.
Después de haber paseado por el tiempo donde los pájaros volaban estrellando sus caras, las muñecas vestían de amarillo, el libro era sorpresa y experimenté la sensación de vibrar, me di cuenta que estaba demasiado lejos y no quería volver.
Me acurruqué despacito en la esquina del balcón para escuchar los 24 tracks que quedaron de mis sonrisas, entonces me quedé dormida en el tormento de la madrugada, que hasta donde recuerdo me daba la bienvenida. Entonces me perdí en un nuevo sueño con aires de misterio, las caricias se perdieron en la pintura del cielo oscuro para abofetearme en la luz del día.
Le grité al viento sin sentido y todo se llenó de agua fría, casi helada en aquél hueco.
Miré ese cielo y la pintura había desaparecido, ahora eran colores opacos intentando formar su imagen.
Sentí el frío y temblé al compás del sonido del track número 24, desperté y el corazón estaba dibujado en la pared.

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